
Ese día me tropecé a la vista de todos.
Fui el centro de atención.
Millones de carcajadas retumbaron en mis oídos.
Los arboles que alguna vez me dieron sombra
dejaron caer sus hojas en un estallido otoñal.
Los pájaros hicieron en lo alto rondas malévolas
a modo de burla.
La gente que pasaba cerca se detuvo y murmuró despiadada.
Yo vi cómo el mundo complotaba,
se unía de forma inverosímil
para soltar su placer extremo
al reírse de alguien con quien no estaba comprometido.
Era yo
tropezando de la manera más ingenua,
prevenido
acerca de esa piedra inevitable
pero perdido
con su forma,
su color,
su lugar en el mundo
justo entrometiéndose en el mío.